lunes, 18 de octubre de 2010

UNA PERDIDA DE UN TERCIO DE LA ACTIVIDAD EN APENAS DOS AÑOS

Interesante artículo de Ignacio Mulas en Capital Madrid donde refleja fielmente la situación del sector en España. la verdad es que los datos que ofrece dan miedo, y lo peor es que no hay otro modelo de crecimiento previsto que funcione (para que hablar de la economia sostenible..). Buenos días a todos.
La caída en picado de la actividad de la construcción en España desde que se inició la crisis -con efectos  catastróficos en el empleo y en la pervivencia de gran número de empresas y autónomos- está llegando a extremos nunca vistos por estos pagos en ningún sector productivo. Si comparásemos la construcción con un mileurista, un sueldo de 1.000 euros en 2007 se ha convertido en 920 en 2008, en 800 en 2009 y en algo menos de 680 euros a finales del primer semestre de 2010. Es decir, que el mileurista en cuestión habría visto rebajado su sueldo en algo más del 32% en dos años y medio. Pues esa ha sido la evolución de la actividad constructora en España: a finales de julio pasado su producción ha perdido uno de cada tres euros en relación con lo que producía en 2007 y lleva dos años con caídas superiores a los dos dígitos, trimestre a trimestre. Y continuará cayendo; sólo hay que ver el nivel de actividad que predicen los indicadores adelantados, que desde hace tiempo no salen del signo "menos" en sus cifras de evolución trimestral.
El sector está saliendo de la pobreza para caer en la más absoluta de las miserias. Da hasta grima mirar esos indicadores. Y ya no es solo la caída de la actividad y del empleo en el sector, es que el paro en la construcción decrece porque muchos parados ya no buscan trabajo en ese sector, sino que lo demandan en otros. Es que el consumo de cemento ha encadenado una brutal caída en 2009 del -32,4% con otra del -14,3% a finales del primer semestre de este año. Es que la afiliación a la Seguridad Social del sector cayó en 2009 el -23,1% y otro -14,3% en el primer semestre de este ejercicio. O que en los mismos períodos la licitación pública cayera un -8,2% y un -38,4%, que el indicador de confianza en la construcción retrocediera un -30,5% y un -25,9% o que los visados de viviendas nueva en términos de metros cuadrados lo hicieran en un -56,8% y un -23,1%.
Y es que el tan cacareado cambio de modelo económico que pasaba, según el Gobierno, por desmantelar ordenadamente la sobreponderación de la actividad constructora en la creación de riqueza nacional ha sido todo un éxito: el desmantelamiento ha sido ordenadísimo, primero la edificación residencial, luego la obra pública. Mañana o pasado mañana será la rehabilitación por el drástico medio de quitar las ayudas y/o subvenciones aprobadas hace pocos meses. Ordenadísimo, sí, y de una rapidez encomiable. En tres años las medidas del gobierno han coadyuvado a reducir la actividad constructora casi a la mitad. Lo único que se les ha olvidado es que si se quita de un lado (la construcción) hay que hacer crecer otro u otros sectores productivos. Y ahí se han estrellado porque solo por quitar de aquí no se crece por allá. Este gobierno, lleno de profesionales de exquisita formación y amplios conocimientos en esto de la economía nos están dando una lección que no se nos va a olvidar en muchos años: eso de las políticas anticíclicas no es de izquierdas; eso de primar las políticas de inversión frente al despilfarro no productivo, tampoco. Lo mismo no queda ni izquierda dentro de poco por extinción del personal activo, qué paradoja.
Porque esto del crecimiento no se arregla con posibilismos, voluntarismos, buenismos y otros ismos tan caros a este gobierno. Cuando se acabe la monserga de que los parados en formación "están trabajando para España" porque ya no habrá pasta ni para formación, entonces, qué. Cuando los Presupuestos para 2011 vayan chocando -en lo que a previsión de ingresos se refiere, por ejemplo- con la dura realidad de una ineficiente gestión de los gastos no productivos y no cuadren las cuentas, entonces qué. Cuando la temida estanflación asome la patita, qué van a  decir los ilustrados miembros del Gobierno y sus estocásticos voceros.
Mientras tanto, estos cuasi premios Nobel de economía insisten en cepillarse las inversiones a favor del mantenimiento -y en muchos casos del crecimiento- de los gastos no productivos. Y si no desaparecen lo suficientemente rápido, no se pagan hasta la próxima reencarnación las facturas de certificaciones de obras, de servicios urbanos o lo que sea, a ver si así el sector empresarial constructor se pone las pilas y hace mutis por el foro. Como a Humphrey Bogart, siempre les quedará Paris: hala chicos, a exportar, iros fuera y dejar de dar la lata (efectivamente, exportar -con la guerra de divisas, la inexistente ayuda de nuestro Gobierno, y la feroz competencia- será sin duda la salida para las miles de empresas medianas pequeñas y para los autónomos del sector...). Y por ahí.
La debacle de la obra civil, donde los poderes públicos pueden y deben ejercitar políticas contracíclicas, ha convertido el subsector en un erial gracias a las buenas artes de un gobierno que ha encontrado en el actual ministro de Fomento el mejor aliado para desmantelar la actividad. Este ministro que tantas expectativas despertó, lleva camino de ser uno de los peores ministros del ramo de la historia reciente. De aquellos inicios, donde todo eran promesas, atención, receptividad a propuestas de todo tipo, afán de solucionar problemas enquistados y anuncios cada poco de planes faraónicos de concesiones y CPP, queda un enorme fracaso sembrado de minas y vueltas atrás.
Queda el mayor recorte de inversión en infraestructuras acometido en España y una serie de proyectos que no parece vayan a ver la luz y, si lo hacen, no van a parecerse para nada a lo que inicialmente se vendió. La Ley de Captación de capitales -con más de una treintena de ampliaciones del período de enmiendas en el Congreso; la solución prometida a las concesiones de autopistas a cuenta del sobrecoste de las expropiaciones -para el que sólo se prevé en los presupuestos de 2011 unos 135 millones frente a los 700 prometidos-; la licitación pública, que será inexistente prácticamente en 2011 por mucho que venda el ministro inversiones que, en el mejor de los casos, se retrasarán o alargarán -con el riesgo cierto de que muchas de ellas al final, sean suspendidas- y que está por ver si su diseño permitirá acudir a las licitaciones a las empresas y si ello fuera posible, a cuántas o solo a unas pocas de según qué tamaño; el empecinamiento en construir tramos electoralmente rentables de AVE pero insalvables desde la óptica de la rentabilidad.
Todo ello augura que al menos en los próximos dos o tres años, la construcción de obra pública va a ser puramente testimonial -si llega- y con ello se dará la puntilla a un sector que ha sabido atender en los últimos treinta años cuantos desafíos le han plantado los sucesivos planes públicos dirigidos a modernizar las infraestructuras de nuestro país.

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